Los manatíes viven en aguas tanto dulces
como saladas, cerca de las costas de America y Africa. La especie Trichechus
senegalensis, habita las costas de África occidental; la T. inunguis, habita
los ríos de la Amazonia y una tercera, T. manatus, habita las Antillas y ríos y
estuarios de la cuenca del Golfo de Mexico y el mar Caribe. El manatí de
Florida es considerado una subespecie (T. manatus latirostris) y el manatí
antillano, que en México es considerado como la subespecie T. manatus manatus.
Más recientemente se ha descrito una cuarta especie de manatí: el manatí enano
T. bernhandi. Es próxima al amazónico, más bien una probable subespecie, que
sólo alcanza el 1,3 m de longitud. Tiene una distribución muy restringida, unos
120 km del curso del rio Aruainho, afluente del Aripuanii, habita en las aguas
claras de corrientes rápidas y se alimenta en posición horizontal y no
verticalmente como hace su pariente.
La longitud del cuerpo alcanza entre 3 y 4
m, y el peso oscila entre 300 y 500 kg. El cuerpo es gris con intersticios
rosados. Tienen una cola aplanada horizontalmente en forma de espátula. Los
manatíes son herbívoros, y se alimentan del follaje de un numero de plantas
acuaticas. Para ello usan el labio superior, que está dividido. Un manatí
adulto puede comer normalmente hasta un 9% de su peso (unos 50 kg) al día. Cada
2 a 5 años la hembra da a luz una cría, la cual al nacer en promedio pesa 35
kg. La cría depende totalmente de su madre y permanece con ella por lo menos 2
años. Solamente la hembra se encarga de cuidar la cría, dándole leche hasta que
sus dientes están bien formados para comer alimentos duros. Son adultos a los 4
años y pueden vivir hasta los 80.
Breve historia:
El manatí era conocido en la región de
humedales adyacentes a los grandes centros mayas del periodo clásico de
Palenque y Pomoná. De hecho, un glifo
encontrado en el templo de la Cruz en el sitio arqueológico de Palenque,
llamado K`uhul Baakal Ajaw, segundo
gobernante de Palenque nacido en el año 422 a.c., muy probablemente representa
la figura de un manatí, señalando la importancia de este animal para la cultura
maya. La presencia del manatí fue
documentada en los ambientes acuáticos del norte de Chiapas en la década de 1950, por el Dr. Miguel
Álvarez del Toro. Más adelante, durante
la década de 1980, el Instituto de Biología de la UNAM, a través de Bernardo
Villa y Luz Colmenero, hizo una extensa investigación acerca de la distribución
del manatí en la cuenca del
Grijalva-Usumacinta, reportándose para el municipio de Catazajá. Se sabe que durante la primera mitad del
siglo XX, en Catazajá y en otras comunidades del Golfo de México existió una
“pesquería” del manatí, regularmente establecida. En esta se extraían carne y
grasa como alimento y huesos como medicina para enfermedades respiratorias y
sanguíneas. Con la veda aplicada dos décadas mas tarde, se frenó la cacería directa
de la especie, no obstante, empezaron a surgir otros problemas como el uso de
nuevas artes de pesca, construcción de infraestructura hidráulica y pérdida de
hábitat. A pesar de estos problemas, el manatí siempre ha tenido un lugar
dentro de la cultura popular catazajense, dentro del folklor tradicional; tal
es el caso de la leyenda del hombre-pez, cuyos habitantes mas viejos aún
recuerdan, pretendiendo atribuir al manatí, un origen humano.
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