El tapir se distribuye a lo largo de Centroamérica
y América del Sur, con una mínima disponibilidad en el sur de Norteamérica.
Está presente en México hasta Venezuela, teniendo a Paraguay y Brasil como
límites sureños. El continente asiático alberga al tapir en Birmania,
Tailandia, Malasia y Sumatra.
Pertenece a los hábitats selváticos, a los
bosques caducifolios y de montaña, a los pantanos y a las praderas, con la
condición de que existan fuentes de agua suficientes. En los Andes, el tapir
vive en las zonas montañosas.
Comportamiento del tapir
Realiza la mayor parte de sus actividades
durante la noche y al caer el crepúsculo, pero los individuos que habitan las
montañas de los Andes son más bien diurnos.
Se caracteriza por manifestar un
comportamiento tranquilo y tímido, lo que no implica que sea incapaz de
defenderse. Si se asusta, es posible que ataque con sus mandíbulas y provoque
heridas muy graves, pero regularmente evita las confrontaciones y huye hacia
las fuentes de agua para protegerse.
Alimentación del tapir
Dispone de una dieta herbívora en la cual
las hojas, brotes, ramas, hierbas, flores, frutas y en general las plantas, son
parte de su día a día. Después de las horas de sol, sale por las noches para
conseguir su alimento en las zonas arbóreas y su apetito no rechaza ni las
plantas acuáticas. Su peculiar nariz le sirve para explorar el suelo sin tener
que mover la cabeza.
Reproducción del tapir
Comienza a aparearse entre los 3 y los 5
años de edad, pero la hembra alcanza la madurez sexual antes que el macho y da
a luz cada 2 años. Posteriormente a la copulación ocurrida en el agua, el tapir
tiene una sola cría, que nace después de un período de gestación de 13 meses,
aproximadamente.
El bebé tapir viene al mundo con los ojos
cerrados y es así hasta después de 1 o 2 horas. Su piel posee franjas marrones
o beiges que se desvanecen poco a poco, y cuando cumplen 6 meses de edad, están
exentos de ellas o son mucho menos visibles.
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